Por ahí va Madre Ciervo, con sus pequeños al frente, en la Autopista Del Amor.
En busca de alimento va ella, para que de su Tiempo disfruten sus venaditos –
Disfruten el Bosque Eterno y para que de sus frutos se hagan dueños.
Luego, contra Osos y Caimanes, enfrenta Madre Ciervo su Alma valiente –
Junto con dientes mortales, fuerzas descomunales, y para sus hijos la promesa del Mundo Entero:
Ya sea El Gran Bosque, o la Ciudad Sin Sol y hecha de Acero;
Pero hacia donde los pequeños aspiraban, era que Madre Ciervo siempre se entregaba.
Entonces fue que un día, a lo que Madre Ciervo dormía – su cuerpo y alma cansados tras La Batalla de La Vida – los venaditos, ahora ya crecidos, hechos Toros y nunca vencidos, le regalaron el Tiempo para que de sus penas se libere.
Entonces le otorgaron:
Mas Tiempo para que sonría y para que corra,
Para ser libre y para bailar bajo la luz que el sol otorga.
Asi que mientras Madre Ciervo galopeaba y saltaba –
Exaltada con la vista de sus hijos –
Le otorgaron el mejor regalo; algo que nunca nadie había visto.
La belleza de su alma – esa dulce sinceridad; su alegre disposición – eternizada en el centro del Bosque y su Palpitante Corazón.